El cuento está basado en uno más corto que escribí para “Mini sagas”.
Podría pensarse que es para chicos y de hecho podría tener ese destino, pero en realidad, no lo es.
Podría pensarse que es para chicos y de hecho podría tener ese destino, pero en realidad, no lo es.
La zarpa y la mano

Una niña de diez años, paseaba por el Zoológico con su mamá, quien le ofreció, luego de un rato de caminar entre los animales y sus jaulas, una caja de galletas, de esas que para chicos y animales allí se consiguen; la acomodó en un banco de madera verde y le dijo que la esperara mientras ella iba a buscarlas.
Allí sentada, con el pelo atado con una cinta y su tapado rojo, escuchó, a pocos metros, el rugido de un león. A ella le había parecido haber oído un llanto. Fue hacia allí y no se detuvo ante el vallado que separaba a la gente la jaula, colocándose a pocos centímetros de los barrotes. El animal la vio llegar, dando un leve aullido de advertencia.
-¿Por qué estás triste?- le dijo la niña al león que se encorvaba lentamente, acercándosele amenazante, sin lograr el efecto de susto deseado. Él le dijo con voz fuerte -¿Quién lo pregunta? Ella tomó eso como una presentación y respondió -Soy Roxana, mucho gusto- extendiendo además su mano como para que el león le estrechara su pata. Con eso logró sorprender aún más al interlocutor que, sin esperar semejante gesto, retrocedió unos pasos. -No voy a hacerte daño- le dijo ella tranquilizadoramente .El animal pensó si esa pequeña humana no se estaría burlando de él. Pero al acercarse vio, a pocos centímetros de sus garras, unos ojos azules plácidos y transparentes. Notó que no había en ellos rastro alguno de astucia o de crueldad. Si hubiera querido, en ese instante habría podido alcanzarla con solo una fracción de la fuerza de su pata. Pero no iba a hacerlo, ella lo estaba mirando de ese modo nuevo. La contempló un momento y se perdió en esa transparencia acuosa y apacible, hasta que ella le dijo. -¿Cómo te llamás? -Respondió con naturalidad, pero no sin cierta tristeza -No tengo nombre.
Ella busco en la jaula pero solo encontró un cartel pintado que decía "león africano - panthera leo" y le dijo -Tus padres deben haberte puesto un nombre. -No conocí a mis padres- le respondió ladeando la cabeza.
-¿Por qué estás solo?- prosiguió. La respuesta era sencilla, pero él no se animó a darla porque eso lo avergonzaba: Nadie lo quería. Algunos años atrás, lo trajeron desde un circo en donde había vivido desde que tenía memoria. Los palos y latigazos eran habituales para él y se había comportado en consecuencia. Siempre. Una vez pusieron con él a una leona y llegó a creer que tal vez podría…, pero se la llevaron de su lado porque ella le había tenido miedo.
El viejo pero fuerte león, bajó la cabeza cerca del borde de la jaula. Ella comprendió todo sin que se lo explicara, y quiso pasarle la mano por encima de su nariz. El animal se quedó inmóvil.
-Vamos, si no bajás la cabeza más no voy a poder tocarte -Le dijo ella con el tono cordial que había empleado desde el principio. Él le preguntó ¿Por qué habría de dejarte que me toques?
-Porque eso es lo que hacemos cuando alguien está triste-. El león, mientras ella le explicaba, inclinaba todo lo que podía su cabeza enorme y allí, por primera vez, recibió una caricia. Le sorprendió que la fragilidad de esa pequeña manito rosada pudiera causar ese efecto. De aquellos ojos negros se escurrieron unas lágrimas.
-¿Qué te pasa? -Le preguntó ella. Él no supo que contestar y levantando levemente la cabeza le dijo -Es que tus manos rozaron mi nariz y me hiciste cosquillas- Ambos rieron.
Es una pena, le dijo ella -¿Qué cosa?- preguntó él león. -Que no puedas venir a mi casa. Yo te cuidaría y te daría de comer. No habría rejas y caminaría sin correa porque no le harías daño a nadie. La gente te vería pasar por las calles arboladas de mi casa y no te tendrían miedo. Pasearíamos juntos al aire fresco de la tarde y por la noche te echarías a los pies de mi cama y podríamos ver la luna y te enseñaría el nombre de cada estrella.
El león pensó unos segundos y le dijo con la ansiedad de su tono de voz mal disimulada -¿Por qué habrías de hacer eso por mi?
-Porque yo te oí.
El león se desconcertó y giró su cabeza inquisitivamente.
Y ella agregó -Te quise apenas escuché tu rugido que fue como un llamado. Ya había visto a los otros leones, pero cuando te miré, me dí cuenta de que serías único.
-Podría haberte lastimado en cuanto te acercaste- dijo él, casi como defendiéndose de aquello completamente nuevo, apartando la cabeza.
Ella no le respondió y se lo quedó mirando como había hecho desde el principio.
Aquel animal, cargado su lomo de golpes y heridas, se volteó para que nadie lo viera. Toda su acritud se fue escurriendo hacia un charco que se fue formando bajo la cabeza enmelenada y por unos segundos perdió contacto con su entorno: La jaula, los chicos, los pájaros y presencia y voz de Roxana que lo saludaba alejándose mientras le decía -¡Hasta pronto león! ¡Voy a volver y te voy a poner un nombre!
Otro rugido hizo que todos miraran al león, pero éste había sido distinto del anterior. Solo su destinataria pudo comprender su significado.
Esa noche, ella soñó que corría por una pradera con su león y el león soñó con su niña.
Y nada fue igual para él desde aquel día.