
-Por favor, elija dos bolillas y comience- dijo el titular de la cátedra, mirándola de soslayo. Ella sabía que estaba frente a uno de los profesores que podía darse el lujo de sostener cualquier opinión, polémica, no ortodoxa, crítica o decididamente provocadora, sin que a casi nadie dejara de parecerle una genialidad.
No le gustó esa mirada, en cierta forma injusta hacia ella, la mejor alumna de ese curso, el más exigente de toda la carrera y aún de toda la universidad. Podría no haberle llamado la atención si ella hubiera sido una estudiante mediocre y comenzó a preguntarse si aquel hombre no tendría algo que reprocharle.
Comenzó a hablar con entusiasmo. La cara del profesor demostraba claramente cierto fastidio. Lo peor de todo era que no la miraba. Él comenzó a golpear sus dedos sobre el escritorio, como tocando repetidamente las notas de un piano.
-Pase a la bolilla siguiente- dijo él, que esta vez la observaba. Ella pudo notar fugazmente, porque no se atrevía a fijar la vista en aquellos ojos oscuros, la mirada de un basilisco. Trató de no titubear al comenzar el nuevo tema. Era posible que si repetía todo como él lo había expuesto, pudiera forzar su aprobación.
Pero en ese momento ni un espejo hubiera podido distinguir entre su cara y el blanco mate de las paredes del aula, a esa hora ya oscura, por la pregunta que le había hecho -¿Sabe usted lo qué dice mi colega de la otra cátedra sobre este tema?- Demoró algunos segundos en responderle, no porque no la supiera, sino porque evidentemente, parecía que la respuesta anterior le había disgustado. Sin darse cuenta, fue apagando su voz, hasta llegar a ese tono que se emplea al responder algo obligado y sin convicción o una pregunta curiosa e impertinente. Algo andaba mal, estaba segura. Sus calificaciones no continuarían el camino hasta la medalla de oro que tanto quería. Porque sí, porque la quería.
-Suficiente, puede retirarse.
Se convenció de que había perdido lo que quería, más allá de que probablemente hubiera aprobado. Pero con aquel hombre nunca se sabía.
Otra alumna, ésta había sido una de las mejores, no lo recordaba bien. Cansado, había estado escuchando todo el día las mismas ideas y conceptos repetidos; algunos evidentemente reproducidos de memoria. Sabe Dios si aquellos aspirantes a graduados los entendían. -Por favor, elija una bolilla y comience- dijo aquel hombre, mirándola de soslayo.
La noche anterior no había dormido casi. La enfermedad de su mujer lo obligaba a despertarse varias veces durante la noche para ayudarla. La falta de sueño y ese día de evaluación inevitable, lo habían agotado. La alumna había comenzado a recitar el comienzo de la bolilla tres. Su mente imaginó que él podría repetir aquel tema con la cadencia, la entonación y la voz de un actor de teatro al recitar Enrique IV de Shakespeare: “…ya que habéis pisoteado mi paciencia. Os aseguro que desde ahora pienso responder como un rey…” Volvió al tedio de su propia realidad. Comenzó a golpear sus dedos sobre el escritorio, como tocando repetidamente las notas de un piano. En días como ese detestaba ser profesor, odiaba la universidad y de paso a si mismo, sabiendo que todo se solucionaría con unas ocho horas de sueño que probablemente esa noche tampoco tendría. -Pase a la bolilla siguiente- dijo y comenzó a escuchar una clase suya que había dado hacía unas semanas. Pensó cuáles mecanismos llevarían a aquellos chicos a repetir, como si fueran revelación divina, sus palabras. La idea escuchada de aquella boca le sonaba a remedo, mímica impostada, imitación vacía de su propia voz. Pero ¿Quién podía culparlos? Eran ellos, los académicos, cargados de autocomplacencia quienes provocaban esas interpretaciones de personajes, en este caso, a él. Ya era suficiente. -¿Sabe usted lo qué dice el titular de la otra cátedra sobre este tema?- La verdad es que no le importaba demasiado. Así recordó lo que opinaba su amigo y colega. Había discutido con él muchas tardes y muchos cafés, sobre la inconveniencia de expresar aquel concepto de ese modo.
-Suficiente, puede retirarse- Ahora solo quedaban dos alumnos. Con suerte, llegaría a las nueve de la noche a su casa. Se engañó a sabiendas: tal vez esa noche dormiría.
Una hora más tarde el profesor entregó a los alumnos su libreta de calificaciones diciéndole algo a cada uno. La mayoría de las caras terminaban mirando al suelo.
A ella no le hacía falta preguntar lo que había pasado. Ya no le importaba, había mascado su humillación desde el fin de aquel examen. Avanzó resignada hacía el profesor que le pareció enorme.
-Muy buen examen- Le dijo él con mirada cansada y un summa cum laude, escrito en tinta negra indeleble, apareció frente a sus ojos.
Ninguno de los dos pudo dormir aquella noche.
13 comentarios:
Vill, muy interesante!
Me gustó sobre todo la diferencia de ángulos para interpretar la comunicación no verbal del profe!!!
(sera por que es un tema sobre el que yo trabajo bastante, es fascinante!)
Y además, el otro punto, el de la indefensión del alumno frente al examen...que hace que una alumna brillante, capaz quizas de discutir las teorías desde otro punto mucho más rico, no haga más que repetir textualmente lo expuesto por el profesor.
En este punto, el mejor alumno es el que tiene mejor memoria. Pero es el mejor profesional??
Muy interesante cuento.
Felicitaciones por este nuevo Blot!!!!
Bienvenido al ruedo otra vez, Vill, extrañaba lo tuyo :-)
MUY BUENO COMO SIEMPRE...PERO LO ÚNICO QUE TENGO PARA ACOTAR ES QUE EL TÉRMINO LATINO ESTÁ DEMASIADO ENCRIPTADO...Y SI NO CONOCÉS...NO SABÉS A QUE SE REFIERE.,..
COMO SIEMPRE ODIO LA VERIFICACIÓN DE PALABRA...JAJAJA
Iluso, Summa cum Laude es la máxima nota en las universidades desde tiempos inmemoriales. Aún hoy se usa en universidades de Europa y EE.UU.
Gracias por tu comentario
Vill, me alegro de tu vuelta al ruedo, actualizaré el link en mi blog. El texto me parece muy interesante, espero no perderme los capítulos.
Saludos.
Me gustó esta idea de cuentos cortos :). Interesante la interpretación de uno y otro lado. Coincido con mona, con respecto a sus comentarios, y si, yo también alguna vez lo hice en la facu, con tal de aprobar :(.
Un gusto leerte nuevamente, acepto el café, pero me quedo con mi sillón que es más cómodo :).
Ah bueno!
Recién estrenadito!
Maravilloso!
Lo copio y me lo llevo porque estoy laburando.
Seee... pobre yo. Jajaja!
Felicitaciones!
Ah, te linkeo.
BACI, STEKI.
Welcome back Vill!
Que bueno que volviste. Este cuento me recuerda a mis tiempos de facultad, tambien repitiendo palabra por palabra las clases de los profesores, pero se ve que mi memoria falla bastante ya que de 4 no pasaba. :P
Qué bueno que volviste!!!
Por acá nos veremos, felicitaciones!!
Vill, realmente me gustó mucho este nuevo retorno de tus letras al entorno blogger. ¡Muchisimas felicidades!
¡Un abrazo enorme!
Al final, el único que -llegada la madrugada- aún no había terminado con su examen... era el profesor.
¡Felicitaciones, Vill!
Que bueno1 Vill!!! La verdad es que està de diez!!
Un abrazo
Vamo vamo!!! no se me quede mijo!!!
Saludos
Publicar un comentario