
Ella no se fijaría en él. Seguramente tenía montones de hombres que podía elegir, incluso entre sus otros compañeros de trabajo solteros; además la mayoría eran deportistas y más jóvenes, y ella los trataba distinto que a él. No sabría explicar cómo, pero distinto y sin duda tenía que ver con aquello que lo distinguía.
El considerar su limitación lo ponía muy mal. No entendía por qué el destino parecía querer condenarlo a estar solo. Había días en que podía evitar el pensar así, pero otros en que no. Ya había experimentado el rechazo de diferentes maneras, nunca evidentes. A veces hubiera preferido que se apartaran con cara de asco diciéndole: “¿Cómo te creés que me voy a fijar en un rengo como vos?”. Otras, había maldecido a la vida por lo que le había tocado en el reparto. Días terribles que no compartía con nadie. En esos momentos no importaba que, por lo demás, podría haber pasado por un tipo pintón, porque luego de mirarlo a la cara, y al verlo caminar, los ojos de ellas se iban directamente a su pierna izquierda que, a pesar de las operaciones por las que había pasado, no lo dejaba caminar como cualquier persona normal. Y por eso quería ser normal. Se lo había repetido a si mismo innumerables veces. Normal.
Lo peor es que veía agriarse su carácter y a veces asomaba en él la sombra pegajosa del malhumor. No quería convertirse en un resentido ¿Es que acaso, además de la soledad, la vida lo llevaría a ser un amargado? ¿Por qué tenía el presentimiento de que no debía resignarse a quedarse así, solo?
Mientras pensaba en eso, miró la hora. Había terminado su trabajo y fue a la máquina a buscar un café. No llevó el bastón, eran pocos metros. En el extremo del pasillo, cerca de la salida de emergencia, la vio a ella apoyada en la pared, con ese chico de contaduría, demasiado cerca uno del otro como para que esa actitud pasara por una conversación meramente amistosa. Y sintió envidia. Volvió sobre sus pasos para que no lo vieran, olvidándose del café. Ahora se sentía mal por haber sido envidioso. Llegó al escritorio para juntar sus cosas e irse. Ahí estaba su bastón con el mango de bronce que le había hecho hacer su madre especialmente. Tenía labrado un águila luchando contra una serpiente. Ella le dijo que esa imagen tenía un significado especial, pero no se lo había explicado. Deseó arrojarlo contra el ventanal para que se hiciera trizas junto con el vidrio y toda esa oficina se viniera abajo. Con una mueca, que hubiera podido pasar por una sonrisa, pensó en que era un estúpido.
Al salir por el hall del edificio se dio cuenta que desde hacía rato tenía la cabeza baja, la irguió y miró al sol que brillaba alto todavía a esa hora, y fue así que no la vio.
Atropelló en su ensimismamiento a una chica que pasaba y los dos se fueron al suelo. Él, que tenía bastante fuerza en los brazos, pudo soltar el bastón que asía con la mano derecha tomándola a ella para que no se golpeara y con la otra amortiguar la caída de ambos. La chica tenía puestos unos anteojos negros.
Perdonáme, no te vi- le dijo él con un tono esforzadamente amable. -Yo tampoco- le dijo ella.
-¿Te lastimaste?
-No, no… estoy acostumbrada -le respondió con una sonrisa como ninguna otra que hubiera visto.
En el piso, el bastón con el mango de bronce del águila y la serpiente, estaba extrañamente abrazado con el bastón blanco y plegable de esa chica ciega.
14 comentarios:
Como se dice vulgarmente, "-...nunca falta un roto para un descosido..."
Busqué una cita menos vulgar, acorde con su excelente relato. Pero no la encontré, sabrá disculpar.
Saludos,
Rapote
Bueno, Vill!! Muy buen ritmo, ademàs de la historia.
Te voy a popularizar en Priego, vas a ver.
(Vas a serel nuevo "Corìn Tellado" de las letras!!! jajajajajajaja)
Saludos, buen finde!
Qué romántico, Vill.
Por un momento pensé que el otro asunto se le iba a dar.
Bueno muchachos, no se entusiasmen que todavía no se le dio nada. En todo caso se le dio al bastón. :)
Muy buen relato sobre sentimientos ocultos y profundos.
Un saludo,
Hola amigo, paso, copio y me lo llevo a mi casa.
Imposible leerlo en el diario.
BACI, STEKI.
Elegí la madrugada para leer tus letras, Vill siempre me voy más que conforme :D
¡Un abazo!
Vill, me gustó mucho!!
Tiene varias vertientes como para conversar, como el tema de la resignación, y de la "profecía autocumplida"( no aptas para dejarte en un comentario, claro)
Y además, es uno de los cuentos que llevas publicados en este blog que más me gustó.
Nos vemos!
Excelente, realmente muy bueno.
Debes dedicarle mucho tiempo a los cuentos, por que yo a veces escribo y me cuestan una bocha hacer que terminan de una forma mas o menos coherente, algunos ni terminan.
Saludos
Vill, estoy en Tratativas con Requerey. (voy al 20 % ojo!!)
lindo, pero triste.. un poco esperanzador al final, pero en el fondo, no tanto.. Un beso.
Querido Vill:
Nuestro amigo Gaucho te ha presentado en "Literatura en Priego" y debo confesarte que me ha gustado muchísimo tu manera de escribir. Por eso he venido a visitarte y ... seguiré visitándote cada vez que pueda. Tus historias son dignas de mención.
Abrazos.
En la vida real, se obsesionaría por la compañera rozagante, de cuya salud está enamorado, y no atendería a la ciega, por más que la primera nunca se fije en él.
Pero por eso prefiero la ficción.
Rapo: Si, no lo había visto desde ese punto de vista.
Gaucho: Estás COMPLETAMENTE LOCO ;)
Apa: La verdad es que no había pensado en lo romántico de esto.
Yoni: Gracias, tal vez sea así.
Mona: Diste en el clavo de mi subconsciente, ya lo hablamos.
Caia: Creo que es más esperanzador que triste.
M. Antonia: Gracias, me tendrán por Priego.
Unservi: No había pensado, pero es posible lo del enamoramiento de la salud de la compañera de oficina.
A todos, muchas gracias.
No ver a una ciega es como que te patee un rengo. Bravo, Vill.
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