
Era extraño ver el acerado brillo opaco del cañón, cuya boca señalaba algún punto en su frente. Pero el proceso no comenzó hasta que observó la mirada de quien la empuñaba, lejana, indolente, tal vez enajenada en su determinación.
Entonces si, los segundos parecieron querer extenderse y robarle su duración a los minutos; una rebeldía del tiempo en la que no se detuvo porque, el vertiginoso girar de las luces azules y rojas, mostraba, como en un cristal facetado, cosas viejas, algunas ya olvidadas, que ahora volvían.
Recordó entonces la helada tarde del entierro de su padre; el vestido blanco de María y la mirada de ilusión a través de aquel velo; la calidez de tener en brazos a Santiago recién nacido; vio también la seducción de otra mujer…, lo que le dio a aquella limosnera en el tren, el disparo mortal en otro asalto, El soborno rechazado con dudas…
De a poco, ante aquello, necesitó arrepentirse, pedir perdón.
Nada de lo que sucedía a su alrededor parecía real, ni la luz, ni el hombre que le apuntaba, ni el fogonazo de ese disparo amarillo y cegador.
De a poco, todo fue reapareciendo: El hombre caído a sus pies con un disparo en el hombro, las luces azules y rojas en las sirenas de los patrulleros, su compañero con la pistola aún humeante y el latir húmedo del muslo inmóvil.
Su mano buscó deliberadamente el pecho, pero no era una herida lo que buscaba.
5 comentarios:
Guau, Vill a este relato "lo viví".
Besos
Buenìsimo Vill1!! El poema que dejaste en el mìo, es tuyo??
Saludos
"-...Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de la muerte."
Saludos y felicitaciones, no le conocía este Blog amigo.
;) http://tiburonesdelanoche.blogspot.com/
Hermoso relato Vill, muy gráfico y vivible, me pasó tal como a Apa. Y comprendí perfectamente la última frase. Felicitaciones!
Vill, es como si me hubiera pasado.
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